jueves, 22 de marzo de 2012

Reiteraciones

Y como siembre la abruma esa imagen de un boli BIC de tinta azul rayando con fuerza una hoja de papel cuadriculado hasta que ésta se rompe.

Y despertarse. Y darse cuenta de que te has despertado en el sueño pero no del sueño. Y el sufrimiento ahí sigue, persistente, arduo, hostil, impasible. Por fin lo consigues, sales de esa horrible realidad paralela. Por unos instantes no recuerdas nada, estás desorientada, pero poco tardan esos abruptos sentimientos en invadirte otra vez.

Y de nuevo, otra vez la abruma esa imagen de un boli BIC de tinta azul rayando con fuerza una hoja de papel cuadriculado hasta que ésta se rompe.  

jueves, 15 de marzo de 2012

El arcoíris roto


Una tarde húmeda en la época de esquila,
Vi una cosa un tanto inaudita  
Una rayo de arcoíris con luz temblorosa
Tras la lluvia;
¡Y pensé en la última mirada que me diste,
Antes de morir!

No había ningún olor en el nido de la alondra
Esa noche, en el mío tampoco;
Pero no he dejado de pensar en esa insensata luz
Desde entonces;
Y creo que al menos sé
Lo que tu mirada quería decir.


                                Por Hugh MacDiarmid
                                Traducción Sara Garcia 

sábado, 10 de marzo de 2012

Delirios

He vuelto de Francia y voy a visitar a mis abuelos. Entro, cojo el ascensor y pico a la A de ático. Entro en casa y allí, alrededor de la mesa redonda que solían tener justo al lado del sofá, está yaya, yayo, mamá y papá. Me siento mientras todos envueltos en sonrisas empezamos a tomar café. Me preguntan por mi año en Francia, por mis experiencias y por la gente que allí he conocido. Yo, muy emocionada, empiezo a explicarles todas mis aventuras. De repente, en el medio de uno de mis relatos, me doy cuenta de que Yayo está allí, escuchándome y riéndose con todos. Algo no cuadra, él no debería estar allí, pero nadie le da importancia a este hecho, y siguen avasallándome a preguntas. Yaya se levanta y va a la cocina y aprovecho ese intervalo de tiempo para coger la mano de mi madre y preguntarle muy seriamente por qué Yayo está allí. Ella sonríe y se extraña de mi pregunta. Le aprieto la mano más fuerte, quiero que me tome en serio, y ella sigue riendo y desprendiendo felicidad, igual que todos los allí presentes. Yo empiezo a tener miedo y aprieto la mano de mi madre aún más fuerte y le pregunto qué día es. Ella me contesta que es 10 de marzo del 2012 (conscientemente no hubiera sido capaz a responder esa pregunta sin pararme a pensar. Aquí en Mont-de-Marsan nunca sé en qué día vivo). Miro a Yayo, está igual que siempre, incluso más guapo y un poquito más delgado. Me levanto y me echo a los brazos de mi abuelo, el mismo olor, su mismo jersey granate. Le abrazo, le doy besos en el cuello y le digo que le quiero. Él también me dice que me quiere. Poco a poco el abrazo se va desvaneciendo a la vez que yo voy despertando. Abro los ojos, siento frío, mucho frío interior. Me doy cuenta de dónde estoy: en Francia, en mi cama, una calurosa tarde de este invierno. Estallo a llorar, sollozo y tiemblo a la vez. Sigo teniendo mucho frío, pero le he dicho que le quiero.

Bittersweet.