viernes, 13 de enero de 2012

El Miedo

Hay veces que lo sufrimos más, otras menos y otras que lo sufrimos y no lo queremos aceptar. Hoy, me apetece explicar uno de mis miedos, no el que una noche de verano me prestaron, ese no, hoy toca otro: el miedo a hacer daño.

Y es que cuando te das cuenta de tu magnitud no puedes evitar pensar en las consecuencias que ese gran don puede acarrear. El miedo, ¡puto miedo! Me paraliza, me congela las venas, el corazón y me transforma en un pequeño ser frio y helador con una coraza casi imposible de romper. Y en el fondo ese miedo es bonito, porque no es más que miedo a dañar, a dañar a los que te importan sin ni siquiera ser consciente de ello. Tiene gracia la cosa, creo que ni aunque me lo propusiera podría ser más mezquina que cuando el miedo se apodera de mi, de mi cuerpo, de mi alma y de mi mente.

Sé que es algo pasajero, sé que algún día él vendrá y se llevará mi miedo muy lejos, y se lo llevará tan tan lejos que cuando quiera recuperarlo no podré, y ya no será el mismo miedo, se habrá convertido en un miedo peor, sinceramente, creo que ese nuevo miedo será mucho peor. 


Pero también pienso que será necesario, como el miedo a hacer daño, LO NECESITO.